Psicología social

«Llegas tarde»: la puntualidad

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la puntualidad

El otro día esperaba a una amiga. Como de costumbre, llegó 15 minutos tarde. Apareció con la lengua fuera y pidiendo mil disculpas. Su justificación fue decir; “perdona es que tenía que hacerme la cama antes de salir y se me hizo tarde”. A lo que yo le contesté; “entiendo pero es que yo me la dejé por hacer para llegar a la hora”.

Hay gente que vive sin reloj. No importa qué tengan que hacer o hacia dónde se
dirijan. La cuestión es que siempre llegan tarde. Por una cosa o por otra, se retrasan en sus compromisos y aunque se esfuercen en cambiar, repiten una y otra vez el mismo hábito; el de ser impuntuales. Este me parece un tema tan cercano como complejo. Todos conocemos a alguien que no es amigo de la puntualidad, pero ¿hablamos de un rasgo del carácter o de un rasgo cultural? Uno y otro tienen parte de razón. Veamos.

Paradójicamente, las personas más ocupadas son también las más puntuales. Sucede lo mismo con la cercanía a las citas (ya sea un trabajo, una reunión cualquiera…) Cuanto más lejos es el encuentro, más puntual se es y cuanto más cerca, más retrasos se dan. Se ve que somos muy confiados sobre el control del tiempo y que a menudo éste se nos escapa. Por eso las personas impuntuales suelen tener una percepción errónea del paso del tiempo y los estudios señalan que dichos individuos lo subestiman, mientras realizan otras tareas, confiando que llegarán a tiempo a la cita correspondiente. El distraerse con facilidad también es un rasgo común en los amantes de la impuntualidad. Los objetivos no son fijos (tengo un encuentro a tal hora) sino que hay multitud de estímulos externos que operan con fuerza para que el individuo pierda atención y con ella el control del tiempo.

Algo a destacar también, es la habilidad de trabajar bajo presión. Ciertamente hay gente que tiene un rendimiento mayor ante una tarea concreta, cuando el tiempo le viene encima y cuando dispone de poco para cumplir una meta. Parece ser que esto funcionaría como una especie de motivación para los que posponen la puntualidad para el final. Otros estudios señalan que la ansiedad está reñida con la impuntualidad. Esto es; la gente más ansiosa suele ser la más puntual, mientras que los menos ansiosos son más propensos a la impuntualidad. El ser
ordenado sería otro rasgo que no acompañaría a los impuntuales.

Por otra parte, y en lo que a percepción se refiere, la gente impuntual suele ser vista por los demás, como poco responsable o poco confiable, pero esto es solo
una apreciación  social, no un rasgo de carácter como tal. Contrariamente e igualmente a nivel social, la puntualidad inspira precisión, seriedad, credibilidad, lealtad y honradez.

La puntualidad y la flexibilidad para modificar el tiempo  

Desde que disponemos de la revolución tecnológica, parece que sea más fácil moldear el tiempo a nuestro antojo. Tenemos una cita y en un momento dado podemos hacer uso del teléfono móvil para avisar de que llegaremos cinco minutos tarde o de que nos retrasaremos por el tráfico. Esta soltura, es imaginable hace unos años donde no se disponía de ningún dispositivo para comunicarse con “el que espera”. Y es que la puntualidad, ha sido durante mucho tiempo, considerada un valor y un punto fundamental del desarrollo social. Ciertamente, es también un aspecto cultural. No hay la misma concepción en Suecia por ejemplo, donde la puntualidad es algo imprescindible, que en Marruecos, Panamá o Nueva Zelanda, por citar solo algunos. Cada rincón del mundo tiene su manera de entender “el tiempo”. Estamos entonces frente un tema enredado, porque está sometido a las diferentes maneras de entender algo
tan sencillo como la hora que marca un reloj.

La percepción del tiempo es algo muy complejo, ya que ni todos lo percibimos del
mismo modo, ni se percibe igual en todas partes. Pero más allá de estas concepciones, detrás de las manecillas que marcan la hora exacta de un compromiso, se encuentra otra persona, la que espera. Un amigo perdona, quizás un trabajo no. El tren sale a las doce y diez…

Núria Costa, psicóloga

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