Las ilusiones se han
roto. El desengaño, la traición o el abandono amoroso se ha hecho patente y ahí empieza un proceso de duelo inevitable
que nos ha de llevar de nuevo a la adaptación emocional, social y psicológica.
Y es que separarse de alguien que amas, siempre supone dolor, tristeza y
angustia. Una angustia que cada cual
atraviesa de manera distinta pero con puntos muy comunes para todos.
Debido a algunos
mensajes recibidos y a las demandas que me llegan sobre este tema, aquí
pretendo hablar de las fases que suelen darse tras la ruptura amorosa, dejando
claro que el orden de las mismas puede variar o solaparse y aclarando que
influyen diversas cuestiones tales como la duración de la relación o el modo en
que ésta se ha terminado y/o dejado.
“Es
mejor que lo dejemos”
·
El
impacto; escuchar de los labios de quien amas que el amor por
ti ha terminado es uno de los impactos psicológicos que más hacen temblar al
ser humano. La primera reacción suele ser llorar, incluso a veces implorar el
amor, buscando la manera de huir del abandono.
· La
Negación; como mecanismo de defensa para amortiguar el dolor,
suele ser común que la persona abandonada no entienda o no quiera entender los
motivos de la separación y quiera intentar convencer al otro de que puede ser
posible arreglarlo o buscar soluciones.
· El
ataque; en vista de que no se consigue retener a la persona
amada, el afectado puede utilizar toda una serie de ataques verbales que
incluyen el chantaje emocional para hacer saber al otro lo que está perdiendo.
Estos ataques pueden ir desde “no
encontrarás a nadie como yo”, hasta “ya
te darás cuenta de lo que has perdido”. Psicológicamente, esto es una
manera de expresar el vacío emocional que se está sintiendo.
· Del
amor al odio; una vez la ruptura está patente, la
persona verbaliza que ya no quiere saber nada del otro y que le da igual lo que
haga pero al mismo tiempo busca información suya a través de amigos o conocidos
o está pendiente de que la persona haya recapacitado y tenga deseos de volver. Suele ser común los sentimientos de rabia y
frustración. Algunas veces no se comunica a familiares y amigos con la
esperanza de que las cosas puedan arreglarse, pasando por una fase de
aislamiento social.
· Inestabilidad
emocional; aquí se entra en un periodo de
inestabilidad emocional que cursa con sentimientos de culpa, de tristeza,
angustia y desesperanza. Por una parte, la persona reflexiona en los puntos en
los que se ha equivocado de la relación, sintiendo ansiedad e impotencia. Por
otra se hace presente la tristeza, mientras vienen todos los recuerdos. Aquí la
pérdida se hace consciente y se siente soledad, vacío y desesperanza.
· Adaptación;
la
persona se siente extraña pero empieza a adaptarse a la nueva situación. Poco a
poco va sintiendo menos preocupación e ideación sobre el otro y se es capaz de
centrarse en uno mismo y empezar a hacer cosas distintas, con el objetivo de
empezar una nueva etapa.
· Indiferencia;
ha
llegado el momento en que el foco de atención (el ex) ha dejado de existir para
los pensamientos obsesivos del abandonado. Ya no se piensa en la ex pareja con
tristeza y rabia y se da la indiferencia como punto de partida hacia la total
recuperación.
Tal y como he citado
anteriormente, estas etapas pueden solaparse y vivirse de manera más o menos
intensa, según la situación y la persona. Lo que sí es cierto es que, como
seres humanos, necesitamos un proceso de adaptación a los cambios. Una ruptura
amorosa no solo es una ruptura con alguien, también supone una ruptura social,
un cambio de hábitos, incluso a veces, un cambio de escenario. Se rompe con
muchas cosas al mismo tiempo y esto debe adquirir un nuevo espacio mental y
emocional. Espacio que debe respetarse, aunque uno quiera correr más que el
tiempo y a la velocidad de la luz.
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