Pensamiento y conducta

Ansiedad: el ciclo de la preocupación

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“Es día 31 y por alguna razón que desconozco aún no me han pagado la nómina. Mis pensamientos se desatan en un bucle catastrofista; ¡Ohhhh noo!, si mañana no he cobrado no voy a poder pagar la hipoteca. ¿Qué habrá pasado? ¿Van a dejar de pagarme puntualmente?…”  el  miedo se hace dueño, nace una amenaza y el cerebro busca una salida de manera obsesiva, ignorando todo lo demás. Algo incontrolable encierra una actitud unidireccional y rígida. Se ha hecho evidente; la falta de control sobre la preocupación ha desencadenado la ansiedad.

¿Cómo se desarrolla la ansiedad?

La reiterativa preocupación se inicia con un relato interno imparable que trae consigo un ciclo de pensamientos desastrosos en los que se palpa un peligro. Tiene una base cognitiva (los pensamientos) a la que le sigue una manifestación somática (los diferentes síntomas fisiológicos que se dan en el cuerpo) De manera lógica, cambiar el foco de atención sería un buena solución a la obsesión de pensamientos negativos pero esto no resulta tan sencillo. Decirle a alguien quedeje de pensar en algo que vive como una amenaza o que fije su atención en otra cosa es como decirle que camine con dos piernas rotas. Tomar conciencia de uno mismo, identificar los errores cognitivos y utilizar técnicas de relajación sí pueden ser buenos antídotos.

Por otra parte, preguntarse por la probabilidad de ocurrencia real de los pensamientos temidos y proponer alternativas cognitivas, puede ayudar a frenar la activación neurológica que subyace a la ansiedad. Cuando ésta se hace crónica puede ser recomendable administrar medicación y acompañarla con una terapia psicológica.

Las técnicas más comunes

De entre las técnicas cognitivas más comunes tenemos la detección de pensamientos automáticos, la clasificación de los errores cognitivos, la búsqueda de la evidencia para comprobar la validez de dichos pensamientos, concretar hipótesis o utilizar la reatribución entre otras. Dicho de otro modo; vamos a averiguar cuáles son esos pensamientos poniéndoles “nombres y apellidos”, comprobemos que ventajas nos aportan y cuánto de probables son. Propongamos alternativas reales que minimicen el temor y preguntémonos qué es lo que sería tan horrible que sucediera. El uso de la imaginación mental también nos ayudará.

Ante  el ejemplo con el que iniciaba este post podemos pensar; ¿qué no me hayan pagado este mes aún, quiere decir que ya no vayan a pagarme? ¿De no haber cobrado el día 1 podría por ejemplo hablar con el banco para encontrar una solución? ¿Qué hipótesis real tengo para sustentar lo catastrófico? Y ¿qué sería lo peor que podría suceder?

 

La ansiedad existe de manera positiva para protegernos de los peligros de la vida. Sin ella, probablemente cruzaríamos el semáforo en rojo sin temor a ser atropellados o nos pondríamos frente a un León sin miedo a ser devorados. Hay una parte muy positiva en ella pero muy negativa cuando se vuelve patológica. Ciertamente con un “va, no pienses en eso” la ansiedad crónica no se marcha, pero aprendiendo a identificar de qué manera se torna un ciclo de repetición y poniendo en práctica ciertas técnicas sí puede minimizarse. 

Núria Costa, psicóloga

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