La reacción ante la casualidad suele ser de grata sorpresa. Las cosas pasan y hay quien dice, que siempre por una razón. Otros en cambio afirman que no todo tiene una explicación y que la casualidad, solo es eso; una simple concordancia. Sea como sea, hay coincidencias que tienen una explicación y otras que no la tienen. Suceden bajo el dictado de la casualidad y también de la probabilidad. Ahora bien; ¿es un por qué suceden o un para qué?
La ley de la sincronicidad de Carl Jung, responde al para qué y al aprendizaje de la
vida. Según este célebre psicólogo, la sincronicidad es “la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales”, con una coincidencia significativa. Esto es; hay algo más que el puro azar; algo significativo, que no responde a lo casual y que sucede con un propósito. La probabilidad aleatoria, queda fuera de esta teoría.
Y de sincronicidad seguimos hablando pero, la referente a la vida. Parece que de alguna manera, todo está conectado, sincronizado y que nuestro equilibrio y adaptación esté acompasado y con algún sentido concreto. En este sentido hablamos del por qué. Es decir; ¿es casual que siempre que siento que no puedo expresar algo me quede sin voz? Quizás es porque somatizo. ¿Es casualidad que
ciertos animales como por ejemplo los perros, tengan habilidades extrasensoriales? Quizás es porque es necesario para la homeostasis del
sistema. El universo está reglado de conexiones.
Por otra parte, el ser humano no se lleva bien con la incertidumbre. De manera casi automática tiende a atribuir conductas a todo lo que le sucede y de algún modo, le incomoda no encontrar el para qué sirven dichos acontecimientos en su
vida. Solo cuando la explicación no resulta posible, o se presenta como muy dolorosa se tiende a pensar que es producto del destino y/o de la suerte. En este sentido, el por qué, queda expresamente en un segundo plano, sin querer reparar en aquello de difícil comprensión o aceptación.
En resumen; parece que todo sucede por alguna razón. En primera instancia, por un por qué; porque la naturaleza no es estática, y su dinamismo mantiene el equilibrio, porque el ser humano busca el sentido a lo que le sucede y en consecuencia crea o deja de crear según el mismo y porque todo siempre está conectado. En segundo lugar, el para qué es igualmente necesario para proporcionarnos aprendizaje y experiencia, para aumentar la motivación y para
entender el mundo que nos rodea.