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Síndrome de Alienación Parental

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En un momento en el que la sociedad presenta un auge significativo de separaciones y divorcios, se me ocurre mencionar un fenómeno que está  cada vez  más presente en las consultas de Psicología Jurídica. De una manera un tanto escondida, el Síndrome de Alienación Parental  (SAP) supone una forma sutil de maltrato infantil que no por ello deja de tener consecuencias catastróficas para el menor. 
 

La manipulación extrema

El síndrome de Alienación Parental, acuñado por el Psiquiatra Richard A. Gardner, en 1985 tras estudiar los casos de divorcio conflictivo y sus consecuencias en los hijos, consiste en  que uno de los dos progenitores  manipula injustificadamente a su hijo/a para que odie al otro progenitor. Normalmente, se produce de una manera sutil donde pueden encontrarse comentarios del tipo  «tu padre se ha vuelto a olvidar de ti, ¿te das cuenta? siempre hace lo mismo (cuando el padre se ha retrasado cinco minutos) o «No tienes porque ir si no te apetece, entiendo que después de lo poco que te visita, no quieras verle..»  Otras estrategias utilizadas son; desvalorizar e insultar al padre alienado delante del hijo, mentir sobre actos del otro progenitor e implicar en los ataques al entorno familiar.

Un síndrome con graves consecuencias

Las consecuencias  que tiene el SAP en el niño se dan tanto a corto plazo como a largo plazo. A corto plazo se presentan sentimiento de abandono y culpabilidad, que pueden desembocar en depresión y aislamiento. También pueden presentarse otras disfunciones como trastornos de ansiedad, del sueño, conductas agresivas y dependencia emocional entre otras. A largo plazo las consecuencias se darán con inadaptaciones en las relaciones interpersonales, en las relaciones con el sexo opuesto y cuando se tenga que ejercer el rol de padre.

Antes de concluir es importante mencionar el sufrimiento instaurado por este proceso del padre alienado, quien normalmente desesperado acaba luchando contra un juez para demostrar su inocencia y recuperar el amor y el respeto de su hijo.

Núria Costa, psicóloga

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