Psicología social

Agresión; ¿causa o consecuencia?

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Imagen de Steve Buissinne en Pixabay 
 
 
El otro día, estaba en un bar con unos amigos. De repente, en alguna mesa más allá,  dos jóvenes se enzarzaron en una discusión que acabó en pelea fuera del local. Hubo agresión verbal, hubo agresión física por lo que en este caso concreto la agresión en sí, quedó muy patente pero yendo más allá me pregunto ¿solo consideramos que hay agresión cuando queda explícita? ¿Qué pasa con las conductas que intentan causar daño aunque no lo consigan? Y en cuanto a los estímulos ¿Hay estímulos determinados que activan las conductas agresivas? En definitiva; ¿Qué es la agresión desde el punto de vista psicológico y con qué se relaciona?


En Psicología, esta última pregunta ha sido motivo de discusión durante años y en ella, diferentes autores han tratado de unificar  sus aportaciones pero todavía queda lejos dar con una sola respuesta. Por una parte, Archer y Browne (1989) establecieron tres características principales por las que puede darse una agresión; intención de causar daño, provocar un daño real  y  la existencia de una emoción colérica  mientras que para Geen (1990)  la agresión se distingue entre agresión afectiva (cólera) y la agresión instrumental (privada de emoción). La primera está cargada de un estado emocional negativo como reacción a alguna provocación previa y tiene como objetivo una conducta agresiva y causar daño y en la segunda predomina la protección, sin intención de herir y como objetivo de autodefensa.
 
En otra línea, Bell y Baron (1990) describieron el modelo del “cálculo emocional”, en el que entra en juego el coste-beneficio para explicar la agresión ofensiva o defensiva. Esto postula la existencia de mecanismos innatos, biológicos y con un valor de supervivencia para el organismo y que se acompañan  del  miedo. Si por ejemplo en una situación de ataque el individuo siente miedo y la huida es posible, el organismo optará por huir pero si no es posible se iniciará un ataque defensivo. Los autores sin embargo reconocen que el aprendizaje modula la actuación de este mecanismo en situaciones concretas. En esta línea Bandura (1990)  tiene importantes  estudios que ponen de manifiesto la relevancia del aprendizaje. Por ejemplo, a los niños no les  hace falta poner en práctica la agresión pues la aprenden directamente de la observación e imitación. Claro es que para que no se extingan tienen que ser reforzadas.
 
En cuanto a la relación de componentes ligados a la agresión tenemos como elemento principal la frustración (Wrightsman, 1977). Según este autor la frustración se da siempre como consecuencia de una agresión pero Berkowitz, 1969 defendió la idea de que la frustración no solo actúa como consecuencia sino también como causa ya que por si sola ésta puede llevar a la agresión aunque sea de forma indirecta.
 
Otros estudios más extravagantes pero no por ello menos importantes han relacionado la agresión con ciertos estímulos activadores de la misma. Uno de ellos es el “calor”. Aunque parezca extraño, Geen, 1990 confirmó con estudios de archivo y estudios experimentales la teoría que formuló Quételet de la “ley térmica de la delincuencia” y en la que se postula que la agresión es más probable en periodos fuertes de calor. Sí que hay que decir que en sus investigaciones quedan puntos por resolver aunque las investigaciones hayan sido demostradas empíricamente. El “ruido” tampoco se escapa ya que en otros estudios, éste ha sido relacionado también con la agresión. Aunque las personas seamos capaces de acostumbrados a un ruido determinado, la exposición del mismo durante largo rato reduce la tolerancia a la frustración y activa los mecanismos de agresión. (Glass y Singer, 1972).
 
Con todo ello vemos que es un tema complejo en el que intervienen varios factores que predisponen al “ataque”. No hemos de olvidar que la agresión también toma formas diversas en quien por ejemplo la percibe desde fuera, así ¿podemos afirmar por ejemplo que alguien puede sentirse agredido por presenciar una acción molesta? Pues hay situaciones que por si solas agreden indirectamente a los demás. No es en vano que ante por ejemplo una película determinada con contenido violento nos informen de “este visionado puede herir la sensibilidad del espectador” Sin ir más lejos y en nuestra vida cotidiana observamos conductas molestas que de alguna forma evitamos o atacamos porque indirectamente nos hieren. Todavía quedan preguntas; ¿La agresión es causa o consecuencia? Ambas parecen tener su «justificación» desde el punto de vista biológico, psicológico y social.
 
 
Bibliografía
 
Psicología Social. J.F.Morales., C.Huci., M.Moya., E.Gavira., M.L Sáez., E. Nouvilas  (1999) McGraw- Hill. Madrid.
Núria Costa, psicóloga

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