Pareja y familia

¿Cómo viven los niños el divorcio de sus padres?

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Actualmente, la familia como institución social se está sometiendo a numerosos cambios. Uno de ellos es el gran número de divorcios que aumenta considerablemente día tras día en nuestra sociedad. Tras la libertad de vinculación y desvinculación que manejan los adultos se esconden esos pequeños menores, los hijos, que acoplándose a una nueva realidad responden, con sus mecanismos y a su modo, ante esa decisión.


En primer lugar cabe decir que no puede caerse en el error  de  determinar conclusiones generales, pues  cada niño es un mundo, al igual que cada familia a la que pertenece. Dicho sea también que hay muchas variables diferentes con las que un niño se enfrenta al divorcio de sus padres. Estas variables se refieren por ejemplo a la edad, la situación, el momento vital, el tipo de vínculo que tenga con ambos y  el temperamento del niño. Con ello y antes de proseguir quiero dejar patente que por mi experiencia con niños, no creo que haya patrones universales que den lugar a una clasificación concreta. Sí, diferentes manifestaciones en cada niño  y de las cuales hablaré a continuación a modo descriptivo.
 
En primer lugar, la edad es un factor muy relevante. Estaremos de acuerdo en que no es lo mismo enfrentarse al divorcio de los padres a los cinco años que a los quince, por lo tanto, el suceso afectará de modo distinto. En los más pequeños (de los 2 a los 7 años) puede aparecer la necesidad de llamar la atención y esto puede desembocar en diferentes conductas. El niño no entiende lo que pasa y sus recursos para adaptarse a la nueva situación variaran en función de los factores antes mencionados pero puede expresar su incomprensión con conductas reactivas como volverse a “hacer pipí” en la cama. También es habitual que sufra ansiedad por separación, por ejemplo cuando se aleja de una de las figuras parentales. Conductas que oscilan entre el afecto y la agresividad como medio para mostrar temor, culpa y rabia son dadas con asiduidad, al igual que la expresión de continuas “rabietas”. Por otra parte, también se observan quejas somáticas como continuos dolores de estómago o de cabeza, sin causa aparente. Dependiendo del contexto puede haber un bloqueo emocional «grave» ante  el cual los padres no saben como actuar. Alteraciones del sueño y  terrores nocturnos  así como bajo rendimiento escolar pueden ser otras de las consecuencias que se dan en los más pequeños.
 
A partir de los 7 años hasta aproximadamente los 12suele ser una edad muy difícil puesto que el niño tiene más recursos verbales para expresar su malestar. A veces se observa una recriminación a los padres o un intento de volver a juntarlos. Con ello también es común observar rencor hacia una de las dos figuras parentales  al tiempo que una idealización de la otra. Muchos de los síntomas de la época anterior pueden seguir dándose aquí pero se agudiza la tristeza y los sentimientos de culpa. En términos generales (recordemos que depende de muchos factores y no tienen que darse a la vez ni en todos los niños) encontramos;
 
  • Dificultades de relación con sus iguales
  • Aumento de la hiperactividad e impulsividad
  • Baja autoestima
  • Baja tolerancia a la frustración
  • Bajo rendimiento escolar
 
En cuanto avanza la edad del niño (adolescencia) se dan conductas de rebeldía y pueden aumentar las conductas de riesgo (alcohol y drogas) así como conductas de promiscuidad. Hay la necesidad de buscar afecto con los iguales pero al tiempo una incapacidad de mantener relación estable con ellos. Fácilmente se alían con uno de los padres, mostrando rabia e ira contra el otro. El bajo rendimiento escolar y la baja tolerancia a la frustración siguen siendo una de las características más relevantes.
 
Como llevo reiterando en todo momento, es importante no caer en generalizaciones. Ni todos los niños presentan todas estas consecuencias ni los que las sufren las presentan todas. Sí, que el divorcio trae siempre consecuencias en el menor en mayor o menor medida. A esto hay que sumarse el vínculo que mantienen los padres, si ha sido una separación pactada y con respeto o si por el contrario ha resultado una separación “traumática”. Las diferentes formas de custodia así como la desorganización ( el niño va perdido de una casa a otra) son factores muy relevantes para que el niño desarrolle algunos de los síntomas explicados anteriormente.
 
Muchos autores han clasificado las consecuencias que padecen los niños ante el divorcio. Por mi experiencia profesional muchas de estas clasificaciones quedan poco definidas. El niño, al igual que el adulto vive inmerso en una serie de factores que lo hacen distinto y cada caso es particular. No por ello digo que no se de una sintomatología específica pero si que cabe analizar cómo se ha producido la separación, ante qué circunstancias, qué papel han adoptado los padres  y lo más importante qué características propias tiene el niño. Pensemos en ellos, en los más pequeños que a veces sin hablar lo dicen todo. Tienen su manera de expresar, de quejarse y hay que estar atentos a las reacciones y conductas que muestran cuando pasan por esta circunstancia. «Yo tengo la culpa»- dicen a veces, pero cuando no lo dicen puede que lo estén viviendo igual. Atentos.
Núria Costa, psicóloga

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