Pensamiento y conducta

Nuestro cuerpo dice más que nuestras palabras: lenguaje corporal

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“Los tres monos”, expuestos arriba en la imagen y conocidos también por los tres monos sabios o místicos”, están realmente representados en una escultura de madera en Japón. Sus nombres; “Mizaru, Kikazaru Iwazaru” se traducen en “no decir lo malo” “no ver lo malo” y “no oír lo malo” Si trasladamos esto a nuestra vida cotidiana, a nuestra forma de expresarnos y de gesticular no estamos lejos de representar cómo nuestros gestos delatan muy exactamente nuestros pensamientos. Pensemos por ejemplo qué hacemos cuando presenciamos un accidente de tráfico, una película que nos da miedo o nos desagrada o cualquier otra cosa que al mirar rechazamos, pues automáticamente; nos tapamos los ojos. Lo mismo pasa cuando hemos dicho algo fuera de lugar, nos hemos equivocado con las palabras o hemos “metido la pata”; nos tapamos la boca y ¿qué pasa cuando algo malo se escucha y de igual modo rechazamos? Probablemente nos tapemos los oídos como símbolo de negación.


No nos escapamos. En nuestra comunicación podemos inventar las palabras, disimular nuestros actos, disfrazar nuestros sentimientos pero en esta misma comunicación no nos quedamos libres de delatarnos con nuestros gestos. Por tanto podemos decir, que en lo que a comunicación se refiere; nuestro lenguaje corporal dice más que nuestro lenguaje verbal.
 
De pies a cabeza, usamos nuestros gestos para decir; “me gusta, me gustas, no me gusta nada, estoy incómodo/a, quiero irme, quiero quedarme…” y así con un sinfín de pensamientos que vamos traduciendo sutilmente y sin querer y que dejan huella con cada movimiento. Como componentes importantes tenemos;
 
  • La forma y posición de nuestro cuerpo. Todo, absolutamente todo nuestro cuerpo envía señales. Los pies (si se dirigen o no al oyente) los brazos (si los abrimos como forma de apertura o si por  el contario, los cruzamos poniendo barreras), las manos ( si las tapamos, si las mostramos, si señalamos, si las entrelazamos…) las piernas, la cintura, las caderas… En formas de conquista suele resaltarse la zona pélvica por ejemplo…De igual modo no es lo mismo estar sentado, que de pie, que girado…En resumen; posición y forma; hablan.
  • Nuestra cercanía y el espacio entre otras personas. Cada uno de nosotros tiene su propio espacio personal. Es como una burbuja compuesta por una distancia entre el “Tú y el yo social”. Las personas, solemos establecer cuatro grados de distancia dependiendo del tipo de interacción que estemos realizando. En primer lugar tenemos la llamada distancia pública (superior a los 3’64cm) y la cual es propia de interacciones formales (por ejemplo entre un ponente y su audiencia). En segundo lugar está la distancia social (entre 1’20cm y 3’64cm) y la cual se refiere por ejemplo, a alguien que acabamos de conocer, la que utilizamos en una reunión o con nuestros compañeros de trabajo. La tercera es la distancia personal (entre 45cm y 1’20cm) propia de amigos y personas más cercanas y  finalmente tenemos; la distancia íntima (hasta 45cm) y que se da con padres, hijos y pareja. Por lo tanto, vemos como reducimos la distancia conforme el acercamiento es más próximo. De esta manera y con el tema que nos ocupa; si por ejemplo nuestra pareja se vuelve distante con sus gestos, intuimos que también lo hace en sus pensamientos por alguna razón. Sí cabe decir que “la clasificación de las distancias” varía entre las culturas.
 
  • Nuestras expresiones faciales. La frente, el mentón, la sonrisa y su ausencia…refelejan de igual modo nuestros pensamientos.
 
  • Nuestros ojos; cómo se mueven y la dilatación de las pupilas. “los ojos son el espejo del alma” es un refrán muy adecuado para describir aquí la importancia de lo que queremos transmitir. Con los ojos mostramos desagrado, agrado, seducción, complicidad, transparencia o desconfianza solo por citar algunos ejemplos  pero no solo es importante lo que transmite la mirada sino el movimiento ocular también nos indica cosas. Imaginemos alguien que no te mira cuando le hablas o alguien que sí lo hace pero que desvía la mirada. De igual modo las pupilas se agrandan o empequeñecen cuando nos enamoramos o cuando miramos algo que nos gusta o nos desagrada.
 
  • Cómo “conectamos” con objetos (bolígrafos, ropa, cigarrillo…) No en vano agarramos los objetos de una manera determinada. Ello nos indica si estamos nerviosos, si necesitamos seguridad en lo que decimos o si los usamos para resaltar algo (por ejemplo; tomarlos como forma de seducción). La manera de vestir también es significativa. Así por ejemplo no acudimos igual a una entrevista de trabajo que a una cena íntima.
 
  • Síntomas fisiológicos (sudor, respiración…) En algunas clasificaciones, los síntomas fisiológicos suelen no estar incluidos dentro del lenguaje no verbal pero a mi modo de entender, creo que son representativos y muy significativos  como factores que no hablan pero que igualmente delatan. Así por ejemplo si nos ponemos rojos ante una situación de vergüenza o nerviosos y ansiosos ante cualquier situación lo dejamos patente igualmente. Cuando hablamos de alguien a otra persona y relatamos; “percibí que  estaba muy nervioso” lo que hacemos es atribuir sus señales fisiológicas (sudor, temblor…)  a su conducta.
Me parece un tema realmente interesante. Es complejo y extenso y si bien cambia en determinadas situaciones o contextos, es una poderosa herramienta que nos ayuda a saber más acerca de los demás y es que lo qué decimos con palabras es solo una pequeñísima parte de todo lo que pensamos y cómo lo pensamos.
 
Bibliografía
 
 
The Hidden Dimension Edward T.hall (1988). Bantam Doubleday Dell Publishing Group; Edición: Reissue.
 
Body language. Businessballs.com
Núria Costa, psicóloga

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