Curiosidades

«Quien espera desespera»: La paciencia

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Dicen  que  “La paciencia es la madre de la ciencia” y cuánta verdad debe esconderse tras la célebre frase, pues aunque a veces no sea de nuestro agrado, las constantes y diferentes circunstancias de la vida nos obligan a esperar

Estamos esperando el autobús para ir al trabajo pero no llega. Sabemos que la puntualidad con nuestra jornada laboral hoy no se llevará a cabo. Sin embargo no podemos más que resignarnos, ya que no disponemos de una varita mágica para antojar lo que nos plazca en el aquí y ahora. La cuestión es que esa resignación ante la espera, podemos vivirla de muy diferentes maneras. Elijamos la que elijamos, lo que está claro es que la opción de generar estrés e impacientarse no nos reporta beneficios. Bendita virtud entonces, la de poseer el don de la paciencia. No hay duda; psicológicamente, dicha habilidad es esencial para nuestra salud mental.

¿Qué esconde la habilidad de la paciencia?

La paciencia es un estado de resistencia. Es la fuerza de la espera sin molestia y la actitud de soportar retrasos sin enojo, aun cuando se espere un bien gratificante. Psicólogos y expertos han estudiado bien este rasgo de carácter y las investigaciones han coincidido en señalar que se trata de una habilidad relacionada con otras como la de la autorregulación, el control de impulsos, la persistencia en el logro de objetivos, la tolerancia a la frustración y la gratificación.

En un momento de la sociedad, donde priman las prisas, dicha capacidad no suele abundar. Más bien al contrario; el estrés, la ansiedad y la tensión aumentan a un ritmo acrecentado. Pero, ¿es esto culpa de la sociedad del momento? Parece que no.

  Un interesante experimento de laboratorio llevado a cabo por varios investigadores, en 2009 y publicado en el boletín Psychonomic, señala que nos parecemos más a los perros de lo que creemos, en cuanto a paciencia se refiere y que ante estímulos apetitosos o tentadores, nos es difícil renunciar, aunque tengamos la promesa de una recompensa mayor en el futuro. Dichos animales, sin ser amaestrados ni condicionados, suelen mostrarse igualmente impacientes cuando se les muestra algo de comida que es de su agrado. El experimento consistió en reunir a un grupo de gente sedienta y ofrecerle dos opciones. La primera consistía en ingerir una pequeña cantidad de una bebida de su elección y la segunda consistía en esperar un determinado  periodo de tiempo para recibir mayor cantidad. Los resultados fueron concluyentes; a la mayoría de individuos les era más difícil esperar la gran cantidad de bebida, prefiriendo ingerir la pequeña pero de manera más inmediata. Los resultados de este estudio no significan que innatamente estemos más dispuestos a la impaciencia pero sí que sugieren datos curiosos a modo de reflexión.

“No se ganó Zamora en una hora” y es cierto, tener paciencia no siempre resulta fácil, pero es una virtud que nos reporta muchos beneficios. Entre ellos nos aporta tiempo de reflexión para planificar y ejecutar con eficacia una tarea, nos libera de tensiones, nos da confianza en nosotros mismos para saber que podemos lograr una meta propuesta, nos reporta mejores relaciones con los demás, nos aleja de la irritación e indignación y nos ayuda a buscar estrategias y a buscar soluciones.

En resumen; las circunstancias se dan y muy a menudo tenemos que hacer uso de nuestro autocontrol para gestionar las mismas. Podemos maldecir al autobús porque nos lleva tarde al trabajo y llegar con cara de disgusto, pero mientras habremos segregado por el camino gran cantidad de adrenalina, nos habrá subido la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. Por el contrario podemos optar por una respiración tranquila o por  observar el paisaje mientras pensamos en el lindo día que nos espera. Cuestión de elección. Al fin y al cabo “no por mucho madrugar amanece más temprano”.

Núria Costa, psicóloga

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