La gente se divorcia cada vez más. Esto es una realidad innegable que crece a raudales en nuestra sociedad. ¿Por qué? ¿Por qué la gente pasa de prometerse amor eterno a la ruptura definitiva? Son muchos los motivos que giran en torno a esta cuestión, pero nadie parece tener respuestas y menos soluciones claras. Ahora bien, lo que sí esta claro es que hay cosas que no ayudan a sostener una relación de pareja. Si dos personas no se comunican, no se escuchan (aunque se oigan), no empatizan con el otro o no comparten sus sentimientos, con total seguridad, estén destinadas al fracaso.
Hace un tiempo escribí el artículo Inteligencia emocional; la amígdala y el manejo de las emociones Hoy quiero dar un paso más y hablaros de esa inteligencia aplicada a las relaciones de pareja. ¿Es lo mismo emitir una queja que formular una crítica desalmada? ¿ Hay diferencia entre decir; “yo no me siento bien” que en decir “tu haces que no me sienta bien”? ¿Es importante saber comunicarse? No existe la fórmula mágica, pero sí una manera inteligente de vincularse. Ponerla en práctica nos ayudará a amar de manera más sana.
John Gottman, es un prestigiado psicólogo de la Universidad de Washington que realizó un análisis exhaustivo del mundo emocional en pareja. Sus investigaciones aportaron datos relevantes sobre lo más corrosivo que sustenta una relación de pareja y en consecuencia su desenlace; el divorcio. El autor utilizó una minuciosa metodología para el análisis. Tanto es así que se registraron los cambios fisiológicos cuando dos cónyuges conversaban, así como también se realizó un examen secuencial de todas las expresiones faciales. Una de las conclusiones más relevantes que sacó de su estudio vino dado por el modo en que las dos personas se comunicaban. Lo que en un principio era una queja, solía ser en verdad un reproche fino, una crítica destructiva enmascarada o un ataque en toda regla. Gottman concluyó que las críticas personales tienen un impacto muy dañino en el sujeto y en la relación. De este modo es muy distinto decir; “me duele que hayas llegado tarde porque esto era importante para mí”, que decir “ eres un egoísta, siempre llegas tarde” La diferencia es clara.El autor, hace referencia al término desbordamiento para referirse a la “sobrecarga de desazón emocional que resulta imposible de controlar y que arrastra consigo a quienes se ven superados por la negatividad de su pareja y su propia respuesta ante ella” Gottman asegura que el desbordamiento constituye un tipo de secuestro emocional que se autoperpetua. Cuando éste se da, las emociones alcanzan una intensidad gigantesca y la visión del sujeto se estrecha, siendo incapaz de dialogar o aportar soluciones.
Como vemos, saber comunicarse es el primer punto para una armonía conyugal. Pero esta comunicación no sólo estriba en no reprochar sino también en escuchar, no interrumpir, respetar lo que el otro expresa y expresar libremente del mismo modo con asertividad. Criticar constructivamente y no de manera destructiva o feroz también ayudan a mantener una comunicación sana. Sin embargo, algo que antecede a la comunicación con el otro es la comunicación y conocimiento de uno mismo. ¿Cuales son mis inseguridades, mis necesidades, mis miedos? Conocerse a uno mismo es el paso previo para conocer y amar a otro. Sin esa consciencia la cosa resulta más complicada.
Por otra parte, las investigaciones de Daniel Goleman sobre inteligencia emocional en la pareja hacen hincapié en las protestas o las expresiones ocasionales de disgusto que se dan entre los cónyuges. Si bien estas conductas no llevan a la disgregación de la pareja, sí que son factores de riesgo importantes para que la relación se deteriore. Ponerse a la defensiva, encerrarse en uno mismo invitando al silencio o dialogar con monosílabos, la
desconfianza, el desprecio, la pérdida de autocontrol emocional y la pérdida de empatía. solo traen conductas negativas para ambos. Los pensamientos tóxicos que se instauran frente a esta manera inapropiada de comunicarse, comportarse y percibir al otro, dañan la vida emocional de ambos.
aspectos desproporcionados.